El si de las
niñas
Moratín
tenía escrita El sí de las niñas en 1801. Era la primera obra
que escribía después de La comedia nueva, pues tanto El barón como La mojigata,
estrenadas más tarde que aquélla, fueron escritas a finales de los años 80.
Moratín tardó varios años en estrenarla. Dio a la escena sus producciones
anteriores, y sólo después se decidió a publicar, en 1805, El sí de las
niñas. Durante el mes de enero de 1806 ensaya la comedia con la compañía
del Teatro de la Cruz. El día 24 de enero de 1806 se produce el
estreno. El sí de las niñas no fue solamente un sonoro éxito de
público: fue la obra de mayor aceptación de su tiempo y casi con seguridad el
mayor acontecimiento teatral de todo el siglo. La obra se mantuvo en
representación por veintiséis días seguidos y atrajo a más de 37.000
espectadores, cifra equivalente a la cuarta parte de la población adulta de
Madrid. Al éxito en las tablas se sumó el editorial. A las cuatro ediciones
de 1806 hay
que sumar la de 1805, que, al parecer, no fue la única de aquel año.
El éxito sin precedentes de El sí de las
niñas supuso, paradójicamente, el abandono de la escena por parte de su
autor. Los únicos textos que Moratín daría a la escena serían dos adaptaciones
de obras del francés Moliere: La escuela de los maridos y El médico a palos. El sí de las niñas,
sin embargo, seguía levantando odios y entusiasmos por su mensaje claramente
inspirado en la Ilustración y en un llamado a que la autoridad actúe conforme a
los dictados racionalistas. En 1815,
con la restauración del rey Fernando VII ,
la Inquisición española encontró motivos suficientes para
prohibir esta comedia y La mojigata. La prohibición se renovó
en 1823,
de modo que durante cerca de veinte años los españoles se vieron privados de
ver en escena la obra maestra de Moratín. Cuando se levantó la prohibición y la
obra pudo volver a estrenarse, en 1834, lo hizo inclusive
con cortes debidos a la censura.
Argumento de la comedia - Francisca, muchacha educada
en un convento, está prometida en matrimonio al casi sexagenario don Diego, por
deseo de su madre, doña Irene. Don Diego espera en una posada la llegada de su
prometida, que en realidad está enamorada del soldado que ella conoce como 'don
Félix' y se siente obligada a obedecer a su madre, en contra de sus
sentimientos. Cuando don Félix le dirige una carta, ésta cae en manos de don
Diego, que descubre la relación y pide una confesión sincera de su prometida.
Doña Irene insiste en imponer su autoridad, pero don Diego renuncia al
compromiso. Al poco se descubre que el joven soldado en realidad se llama don
Carlos, sobrino de don Diego, y ambos jóvenes reciben su consentimiento para
casarse.
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